Un bonito día de primavera, cuando ya el sol
iba cayendo en un caluroso atardecer, una blanca paloma se acercó a la fuente
del río para beber de su cristalina y fresca agua. Necesitaba calmar la sed
después de estar todo el día volando de acá para allá. Mientras bebía en la
fuente, la paloma oyó unos lamentos.
La paloma y la hormiga
-¡Socorro! -decía la débil voz-. Por favor,
ayúdeme a salir o moriré.
La paloma miró por todas partes, pero no
vio a nadie.
- Rápido, señora paloma, o me ahogaré.
-¡Estoy aquí, en el agua!
- se oyó.
La paloma pudo ver entonces una pequeña
hormiga metida en el río.
- No te preocupes- dijo la paloma-, ahora
te ayudaré a salir del agua.
La paloma cogía rápidamente una ramita y se
la acercó a la hormiga para que pudiera salir del agua. La pobre estaba
agotada, un poco más y no lo cuenta. Quedó muy agradecida.
Poco después, mientras la hormiguita se
secaba las ropas al sol, vio a un cazador que se disponía a disparar su
escopeta contra la paloma. La hormiga reaccionó con rapidez, ¡tenía que impedir
como fuese que el cazador disparase a su salvadora!
Y no se le ocurrió otra cosa que picarle en
el pie, El cazador, al sentir el pinchazo , dio un brinco y soltó el arma de
las manos.
La paloma se dio cuenta entonces de la
presencia del cazador y alzó rápidamente el vuelo para alejarse de allí.
¡ Qué bien que la hormiguita estuviese ahí
para ayudarla!
Cuando pasó el peligro, la paloma fue en
busca de la hormiga para agradecerle lo que había hecho por ella.
Ambas se sentían muy contentas de haberse
ayudado, pues eso las uniría para siempre. La paloma y la hormiga supieron
entonces que su amistad duraría ya toda la vida.
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